(Entrevista realizada por Wenceslao Argiró. Tucumán, mayo de 2019.)
¿Qué lees habitualmente? (en prensa gráfica y en web, incluyendo diarios y publicaciones periódicas generales o especializadas, de cualquier frecuencia).
Si se les presta atención a los medios de prensa, uno se da cuenta que se repiten las mismas noticias en todos lados, así que lo que hago es un escaneo de Perfil, Página 12, Clarín y de La Nación. Les doy una mirada a esos, pero no encuentro un diario en particular que me interese, que tenga una línea editorial que me impulse a seguirlo. Hay periodistas interesantes que por ahí leo un poco más, pero no sigo puntualmente un diario o un medio en particular.
¿Qué profesores/as, de grado o posgrado, influyeron más en tu formación profesional?
Yo tuve la desgracia de tener que cursar durante la Dictadura y, en esa época en la UBA, se daban dos fenómenos: por un lado, los mejores docentes no estaban en la Universidad, y por otro lado, la mayor parte de la carrera se cursaba de modo libre. En ese contexto se armaban grupos de alumnos que nos formábamos en espacios por fuera de la Facultad. Eso se conoció como la Universidad de catacumbas y yo soy un producto de eso. Uno de esos espacios era la revista “Doctrina Penal”, una especie de continuidad de la revista “Nuevo Pensamiento Penal” que había sido fundada por Jiménez de Asúa. En esos colectivos coincidían esos profesores que estaban afuera de la Facultad y ahí los conocí a Baigún, a Maier y a Antosini, ese grupo de discípulos de Jiménez de Asúa con los que después integramos el INECIP. Todos docentes de alma que no tenían cátedra, pero te formaban una barbaridad.
Estrictamente en la Facultad tuve la suerte de “agarrarlo” a Carlos Ghersi de chico y era claramente un profesor distinto. También podría mencionar a los profesores de Penal que eran los únicos que te enseñaban algo distinto, por ejemplo, te hablaban de finalismo. En el contexto de una Facultad que enseñaba muy pocas cosas, estos me acercaron a un Derecho Penal mucho más rico conceptualmente, pero los que más influyeron en mí son aquellos que encontré por fuera de la Facultad.
¿Qué obra teórica fue fundamental para determinar tu orientación, o marcó un quiebre en tu biografía?
Yo diría que más que una obra en particular, en mí influyeron más las personas, tuve la suerte de haber tenido maestros, cosa que no es algo fácil de encontrar, tanto Baigún como Maier fueron dos maestros. Con ellos trabajé muchos años, mucho tiempo, y en esa dinámica tenés mucha transmisión oral. Yo con Maier empecé a trabajar cuando él estaba empezando a escribir su proyecto de Código y mi tarea central era confrontar las normas que él iba redactando con todos los Códigos que a vos se te puedan ocurrir que existen para detectar cuáles eran las similitudes y las diferencias. Después, yo le preguntaba por qué ponía esa coma en tal párrafo o por qué tal cosa y Maier era muy generoso y me enseñaba mucho. Con Baigún la relación era la misma, él era comunista y yo venía de la izquierda cristiana y compartíamos la preocupación por construir un derecho que sirviera como herramienta para una sociedad más justa e igualitaria.
Pero si tengo que pensar en alguna obra literaria podría decir que, aunque hoy me encuentre distante de sus posiciones, Kelsen y Welsel me llamaron la atención. Cuando yo estudiaba en la Facultad el derecho no me resultaba interesante, me parecía una gran tontería, y en ese contexto, el acceso a estos autores que tenían un tipo de reflexión de mayor calidad evitó que salga eyectado de la Facultad.
¿Cuál fue el trabajo o labor que te deparó —o te depara— mayor felicidad profesional?
En lo que refiere a mi labor profesional siempre estuve muy vinculado al proceso de reforma de la Justicia Penal en Argentina y también en América Latina. Recuerdo que en 1986 yo estaba trabajando en un estudio muy grande en el que me iba muy bien pero que no me satisfacía. En ese entonces me dieron la opción de entrar a la Justicia o de comenzar a trabajar en la reforma de la Justicia Federal y elegí trabajar en los procesos de reforma, y a eso me dediqué los últimos 33 años. Ese trabajo incluía lo netamente técnico legislativo, lo político, que está detrás de eso, y también lo teórico. En ese marco mi oficio fue siempre dar clases y escribir, eso es mi vida y tuve momentos de gracia y de felicidad.
¿Mirás series de televisión? ¿Cuáles recomendarías?
Sí, miro muchísimas series. Creo que las series vinieron a reeditar el género del folletín, una tradición literaria del siglo XIX que, a la vez, rescata la composición de personajes complejos, algo que solían tener las novelas largas, las cuales siempre me gustaron mucho. Es difícil recomendar alguna porque veo muchas, pero creo que The Tudors, The Wire, The Walking Dead, Shtisel, The Crown o Mad Men son series muy interesantes.
¿Cuál es la persona (actual o histórica) que más admira en el campo del derecho?
La palabra admiración no me gusta mucho, me parece que establece una relación no muy rica. Tengo mucho respeto intelectual por algunos autores como Kelsen, Ihering, Bourdieu y, obvio, por mis maestros, por Maier y Baigún.
Contanos una virtud propia y también un defecto.
Virtud propia… creo que puede ser la tenacidad. No suelto los temas, todos los días le doy tres golpes al mismo clavo durante mucho tiempo y eso me permite profundizar en los temas. Y defectos, muchos, pero si tenemos que ir a un defecto que pueda ser público, suelo meterme mucho en lo que estoy trabajando, en una causa y eso hace que no maneje bien la pura dimensión personal que termina siempre subordinada. Defecto contra el cual lucho mucho, pero bueno, es complicado.
Cuéntenos cuál es su lugar o ciudad preferida y porqué.
Tengo dos: Esquel, donde voy siempre para escribir, y Sanagasta, que es donde nació mi abuela y donde, como buen hermenéutico, trato de encontrar las raíces.
¿Qué fallo (o disidencia) te hubiera gustado suscribir?
Me hubiese gustado escribir “Casal”. Escribirlo de otro modo porque fue un fallo donde la corte tuvo la oportunidad de diseñar con claridad el sistema de justicia penal de nuestra constitución y terminó escribiendo una nebulosa que no se entiende muy bien.
¿Qué ley o doctrina vigente en Argentina te gustaría cambiar de inmediato?
En cuanto ley o leyes, algo que estamos logrando es la modificación de las leyes de organización de la Justicia penal federal. Ese fue y es un objeto central de mi vida y ahí se ha avanzado mucho, pero todavía no terminamos la etapa de implementación. Y en cuanto a Doctrina, ya hace años que estoy tratando de escribir una re-conceptualización de la teoría procesal. Ahí me parece que hay mucho por modificar.
¿Sobre qué caso(s), tema(s) o proyecto(s) te encuentras trabajando actualmente?
Estoy trabajando en un intento de explicar nuestro derecho procesal penal en una base distinta. Voy por el tomo quinto de un trabajo que busca hacer una teoría de los sistemas acusatorios adversariales.
¿Cuál fue la obra artística (disco, teatro, cine) o libro no jurídico (de ficción o no ficción) que más te impactó en los últimos tiempos?
Yo soy un lector bastante disperso y metódico a la vez. Como siempre estoy escribiendo algo, la lectura metódica está vinculada a la investigación del tema sobre el que estoy escribiendo. En esa faceta tengo un método hermenéutico bastante amplio, por lo que mis lecturas no son estrictamente jurídicas; sino que siempre trato de tener en cuenta la dimensión histórica para entender cuáles son las tradiciones que están empujando sobre ese tema y, para ello, leo bastante sobre historia del derecho.
A su vez intento descubrir cuál es el juego de intereses sociales y políticos que giran alrededor de un tema, por lo que leo sobre política y sociología, ahí soy un seguidor de Pierre Bourdieu. Y también siempre estoy viendo el impacto que tienen los problemas organizacionales de administración y gestión en un tema determinado, por lo que leo sobre teoría de la organización, teoría de políticas públicas, y bueno, siempre estudio teoría del derecho como una especie de reflexión permanente del derecho.
Por fuera de los estudios metódicos leo mucho sobre historia y sobre filosofía. Y en lo que se refiere a ficción trato de agotar a los autores, es decir, cuando empiezo a leer uno que me interesa intento leer toda su obra. Pero si tengo que remitirme a lo que leí más recientemente podría citar “Memorias de Adriano” de Youcenar; la tetralogía de Nishima; “La guerra silenciosa” de Scorza; “La casa de las bellas durmientes” de Kawawata, “Hijos de nuestro barrio” de Naguib Mahfuz y cualquier libro de Conrad. Es más, te diría que esos son los únicos libros de literatura que guardo, a los demás los hago circular o los regalo. Y las películas son muchísimas, así que es muy difícil, pero también me pasa algo similar que con los libros, ya que hay un par de editores que trato de verlos siempre. Zhang Yimou y Guiseppe Tornatore son directores que veo siempre.
Si tuviera que nominar un juez/jueza para la Corte Suprema Argentina, ¿cuál sería tu opción?
Debería ser alguien que tenga una visión jurídica interesante y con agallas para dictar fallos…. Me gustaría pensar un poco más la respuesta.
Según lo que sabe y conoce del sistema actual, ¿tenés confianza en la Justicia argentina?
De ninguna manera, es más, confío mucho menos que un ciudadano porque la conozco de adentro.
¿Qué te hubiera gustado ser o hacer, de no haber estudiado abogacía?
Mi vocación básica ha sido siempre la filosofía, pero no sé cómo se es filósofo, no hay un canon de cómo ser filósofo. También me hubiese gustado ser historiador o escritor, o sea escribir literatura, pero no sé si tengo el talento para eso.
¿Cuál cree que es la influencia de la teoría jurídica en la práctica?
Mucha, en eso tengo una visión muy historicista. Creo que hay tradiciones jurídicas y que esas tradiciones influyen mucho, moldean las cabezas de los abogados y, al moldear la cabeza de los abogados, moldean el sistema de justicia. Por ejemplo, la visión administrativista que nosotros tenemos de la ley influye mucho en la concepción del sistema de administración de justicia.
Según lo que sabes y conoces del sistema de formación actual, ¿cuáles son las áreas de vacancia en la formación de magistrados/as?
El área de vacancia fundamental tiene que ver con la enseñanza del oficio. Ser juez, ser fiscal o ser defensor tiene mucho de oficio. Por ejemplo, un juez que no sabe dirigir una audiencia, que no sabe escuchar, que no sabe redactar una sentencia, no conoce su oficio. Un fiscal que no sabe preparar sus casos y que, sobre todo, no sabe organizar su trabajo, no sabe dirigir una investigación. Y un defensor que no sabe dirigir sus casos, que no sabe litigar, no puede obtener un buen resultado, por lo que el problema central no es de contenido.
También es cierto que no se puede enseñar a nadar fuera de la pileta, es decir, la mayor parte de lo que conlleva un oficio se adquiere trabajando, por eso es muy importante formar y acompañar a los magistrados cuando ingresan en el cargo. Teniendo en cuenta la situación general, más que un área de vacancia, tenemos una vacancia completa, porque ese tipo de formación se da muy poco.
¿Cuáles considerás que son las principales fortalezas y debilidades del sistema judicial?
La principal debilidad es que no se cumple con las cosas más elementales. La Justicia argentina está enredada en miles de tonterías que no le permite focalizar en las cosas simples y elementales. Y la fortaleza es que el operador jurídico argentino tiene una formación básica teórica superior a la media de América Latina, por eso creo que hay que dejar de insistir en enseñarle contenidos para enseñarle las habilidades propias del oficio.
¿Qué tiene que tener un buen magistrado/a?
Bueno, obviamente tiene que tener esas habilidades del oficio de las que venimos hablando, pero además debe tener una visión compasiva del mundo, porque se enfrenta a situaciones de mucho dolor y tiene que tener empatía. Y dada las condiciones argentinas debe tener, además, agallas, debe ser valiente para estar dispuesto a enfrentarse a los poderosos. Desgraciadamente, en nuestro sistema judicial, la mayoría de los jueces no tiene esta capacidad y reaccionan plegándose a los padrinos o construyendo una burbuja en la que se preservan, volviéndose inhumanos. Para combatir esto se necesitan jueces con agallas que se animen a enfrentar a los poderosos e incluso a renunciar si es necesario. Estoy harto de ver jueces que asumen y al otro día ya están pensando en el siguiente paso de su carrera. Ser juez no es poca cosa como para que esté pensando en pasar a ser camarista al día siguiente. Ser juez es una posición social muy importante y no puede ser que quienes ocupen ese cargo se conviertan en concursantes crónicos. Deben diseñarse sistemas de ascenso que le permitan mejorar su posición sin cambiar de cargo, pero hasta que eso suceda deben dedicarse a ser magistrados y no estar pensando inmediatamente en rendir para cambiar de cargo.
La última parte del «cuestionario» no es una pregunta sino un pedido. Se te pide que nos cuentes en prosa y en primera persona, sobre sus mojones educativos (lugar de primaria, secundaria, universidad, año de graduación), profesionales (docencia, cargos públicos, cargos privados, función actual) y misceláneos (familia, hobbies, y cualquier etcétera). No hay condicionamientos y copiamos textualmente lo que recibimos.
Mi formación primaria y secundaria estuvo a cargo de formadores jesuitas y eso me marcó mucho, eso delineó un estilo intelectual y espiritual. Soy muy amante del libro entonces le dedico un tiempito a buscar algunos libros o algunas ediciones especiales. Mi vida laboral siempre estuvo muy circunscripta a un tema central que fue la reforma de la justicia penal. En ese tránsito siempre integré colectivos de trabajo y traté de armar otros tantos. Soy hincha de Ferro y mientras el cuerpo me lo permitió jugué mucho al futbol, soy amante del tenis de mesa y lo sigo practicando.